El impacto de la sobreexposición digital

En los últimos años, numerosos estudios han demostrado que la exposición prolongada a pantallas puede tener efectos negativos sobre la salud mental y el bienestar emocional de niños y adolescentes. Entre los principales riesgos se encuentran:

Aumento de ansiedad y depresión: El uso excesivo de redes sociales puede provocar una necesidad constante de validación externa (likes, comentarios, seguidores), así como una comparación continua con ideales irreales de belleza, éxito o felicidad.

Problemas de sueño: El uso de pantallas antes de dormir altera la producción de melatonina, la hormona que regula el sueño, lo que puede derivar en insomnio o un descanso no reparador.

Baja autoestima y aislamiento: Los niños y adolescentes pueden experimentar sentimientos de exclusión si no obtienen la interacción social que esperan en línea. Esto puede generar aislamiento o dificultades en las relaciones cara a cara.


Consecuencias en el aprendizaje y la atención

Desde una perspectiva psicopedagógica, el entorno digital puede afectar directamente la capacidad de aprendizaje de los menores:

Dificultades atencionales: El bombardeo constante de estímulos en internet y redes sociales reduce la capacidad de atención sostenida y concentración. Muchos estudiantes manifiestan problemas para seguir instrucciones o mantener el foco durante las tareas escolares.

Disminución de la tolerancia a la frustración: La gratificación inmediata que ofrecen los videojuegos o aplicaciones puede hacer que los niños tengan menos paciencia y perseverancia ante los retos escolares o sociales.

Retrasos en el desarrollo del lenguaje o las habilidades sociales: En los más pequeños, un uso excesivo de pantallas puede interferir en la interacción verbal con adultos y pares, clave para el desarrollo del lenguaje y la empatía.


El rol fundamental de las familias y la escuela

El acompañamiento adulto es imprescindible para que los menores aprendan a utilizar la tecnología de forma saludable. Algunas recomendaciones prácticas incluyen:

● Establecer límites claros de uso de pantallas según la edad.

● Crear espacios y tiempos libres de tecnología: por ejemplo, durante las comidas o antes de dormir.

● Promover actividades alternativas como el juego libre, la lectura, el deporte o la participación en actividades grupales.

● Fomentar la comunicación abierta sobre lo que ven, sienten o experimentan en línea.

Las escuelas, por su parte, pueden incorporar la educación digital responsable en el currículo, así como trabajar de forma conjunta con las familias para detectar señales de alarma y prevenir problemas emocionales o de conducta.


El papel del centro psicopedagógico

Los centros psicopedagógicos cumplen un rol clave en este escenario. Desde estos espacios se puede:

● Ofrecer evaluaciones psicopedagógicas para identificar dificultades cognitivas, emocionales o conductuales asociadas al uso digital.

● Realizar intervenciones personalizadas que trabajen la gestión emocional, la autoestima, la atención o el autocontrol.

● Impulsar talleres para padres y madres, orientados a brindar herramientas prácticas y estrategias de acompañamiento en el entorno digital.

● Facilitar espacios terapéuticos o grupales donde niños y adolescentes puedan expresar sus emociones, resolver conflictos y mejorar sus habilidades sociales.


Conclusión: Hacia una educación digital consciente

Se trata de educar para su uso consciente y equilibrado. La clave está en acompañar a niños y adolescentes a desarrollar una relación saludable con lo digital, fortaleciendo su autoestima, sus vínculos personales y su capacidad para autorregularse.

Desde nuestro centro psicopedagógico, estamos comprometidos con la promoción del bienestar emocional y el desarrollo integral de la infancia y la adolescencia. Invitamos a las familias, docentes y profesionales a trabajar en red, porque solo así podremos construir entornos más saludables y resilientes para nuestros jóvenes.